miércoles, 21 de octubre de 2015

¿Una obra cumbre de la literatura?

Después de someterse a los manejos del Instituto de Prótesis Literaria, uno no sabe qué puede encontrarse. Un nuevo despojo de REC.

CORREGIDO Y AUMENTADO
Foto propia
Un señor con levita que se parece a Pushkin me recibe en su despacho y tras estornudar histéricamente polvo de encuadernación, saca un pesado volumen de la estantería. Tras un carraspeo engolado, anuncia: Se han cercenado adverbios, se ha reforzado el andamiaje argumental y se han limado humoradas. Enfoque narrativo, epítetos, corrección ortotipográfica, añade de corrido antes del siguiente estornudo. Además se ha ampliado el número de molinos de viento, apunta su secretaria, vivo retrato de la Pardo Bazán. Y hemos añadido una tercera parte. Este venerable Instituto de Prótesis Literaria se complace en entregarle —ahora sí, Don Miguel—, una verdadera obra cumbre de la literatura.

sábado, 17 de octubre de 2015

Manéjese con precaución

Hay anhelos que pueden llegar a ser tóxicos.
 
LA TIENDA DE LOS DESEOS

Foto de José Francisco Álvarez - Photograph-me
En mis frecuentes crisis de psicorragia creativa sufro brotes de fiebre argumental, como un sarpullido doloroso y debilitante. Lo peor son las brumas en la hora del despertar precoz, cuando me visitan narradores que se interrumpen constantemente entre sí. Creí que me volvería loco, pero logré superarlo y decidí abrir una tienda de barrio con listas coleccionables para aprendices de literatos. En frascos de vidrio y estanterías de roble oscurecido clasifico epítetos tóxicos, sintagmas crónicos, desenlaces virulentos. Los clientes acuden curiosos y se emboban ante el escaparate; ninguno sospecha que el género que vendo ha estado a punto de matarme.

sábado, 3 de octubre de 2015

Eterna Roma

El derecho romano, fuente de nuestra civilización, aunque también tenía sus crueles recovecos para los menos poderosos, que quedaban expuestos al capricho de quien les denunciara.

MÍO
Foto propia
Le denuncié por robo. Bien sabía yo que no podría ofrecerme restitución, que el magistrado le condenaría a convertirse en mi esclavo. Era justo lo que estaba buscando desde que le vi apoyado en una columna, en el foro, comiendo una naranja que había abierto con las dos manos, sin siquiera pelarla. El jugo le lamía las muñecas y luego le recorría el antebrazo; también la garganta hacia el pecho moreno. Yo me quedé mirándole con la boca seca hasta que me nubló el puro deseo. Alcancé después a atisbar cómo su sombra anhelada desaparecía tras un recodo. Corrí, le busqué por las calles y le encontré en las termas, pero se apartaba de mí con miedo, o asco. Si no puedes convencer, vence, me juré a mí mismo. Hoy le espero recostado en el patio sombreado de mi villa, envuelto una túnica fresca perfumada con flor de azahar.